jueves, 24 de mayo de 2007

¿UNA UTOPIA?

“…es duro tomar conciencia de que somos extremadamente limitados (…) En una verdadera vida no hay final; ni siquiera hay ruta, antes de que la hayamos trazado y recorrido a nuestro propio riesgo. Precisamente solo en la convicción permanente del ser inacabado pueden encontrar el hombre y las sociedades el sentido de la esperanza”[1]

El permanente sueño de mundos mejores, es lo que cimienta la trascendencia del ser humano, buscando siempre un mas allá, un lugar y un estado
[2] ideal, una utopía.
Podríamos entonces hablar del miedo y la angustia (como bien lo propusiera Carlos Andrés Ramírez en su texto La Patria Como Ausencia) como un factor que cohesiona, que busca fines elevados, que construye realidades en donde se concretan lo improbable y lo ideal para dar un escape solidario a nuestras agonías personales compartidas. ¿Será este el punto que hace la diferencia entre la inercia y los resultados?

Las mujeres y los hombres tendemos a la preservación de la memoria y de la integridad, a la sublimación de los sentimientos que creemos universales, a la búsqueda de ese estado ideal en donde se traducen nuestros sueños en realidades, pero el ser humano es tan etéreo, tan extenso, tan móvil, tan apasionado, que no se puede normalizar, que es casi absurdo pensar en un estado de inmovilidad, de perfección, de intrascendencia, de estaticidad frente al porvenir , es decir, el carácter inacabado de los seres humanos, difiere con aquella visión del estado ideal, al contrastar con nuestra escencia productora de sentidos, esto se hace evidente en la vida diaria, cuando sin importar la comunión de las personas o el grado de control, de tiempo en tiempo, sale a relucir la necesidad metafísica de los sujetos, quienes a pesar del miedo vislumbran los dioses ocultos, quienes a pesar del intento de normalización son no menos que el movimiento de las células y responden a su naturaleza cósmica tornándose en una célula que explota.

No quiero decir con esto que el mejoramiento y humanización de las relaciones sociales
[4] sea una utopía inalcanzable, quiero decir que no se le debe dar un estatus de perfección, de normalización, de fin ultimo del ser humano, ya que en este entramado de relaciones se construye en medio de la “perfección de las dificultades”[5] y es esta perspectiva la que debe fundar nuestro accionar como individuos sociales, políticos y sobre todo humanos.

“el gran problema del ser humano, origen de muchos de los grandes conflictos contemporáneos, radica en su afán de control y predicción, en su sueño de poder linealizar la acción y definir su capacidad transformadora a partir de objetos puntuales y circunscritos. (…) Solo la dinámica del azar crea un espacio propicio para encontrarnos con el otro. (…) Cuando formulamos una intención y convocamos a otros para que nos acompañen en pos de un sueño, estamos a la vez convocando esa formidable potencia del equivoco compartido que se suscita cuando mas de dos seres humanos se interesan en una misma tarea.
[6]

[1] DE ROUX, Rodolfo. El Elogio de la Incertidumbre. Bogota. Editorial Nueva América. 1997. Pág. 18
[2] Aunque dentro de las categorías que el ser humano busca perfeccionar se encuentra el Estado como construcción simbólica de poder, como pacto social de convivencia, no es en este sentido en que me refiero a estado, sino en el sentido espacial, de trascender del ser humano, un estado de bienestar individual que se refleja en un mejor “estar” para toda la comunidad, de igual manera se trata aquí de una construcción social/comunitaria, pero la cual no ha de ser una figura de poder, coerción y norma sino un modo de vida común que no apela al precepto sino mas bien al sentir, a la humanidad y a la política en el sentido ético de la palabra.
[3] Aquí no me refiero solamente al ser humano como sujeto social sino que quisiera resaltar que la individualidad (léase individuación) es la materia prima de las construcciones sociales, es quien le da un valor diverso, humano y pertinente.
[4] Estamos de acuerdo en que las relaciones sociales son de carácter humano, pero aquí me refiero a su capacidad de emblandecer la dura caparazón técnica que nos enseña las condiciones de las mismas, me refiero a la posibilidad de crecimiento, de desarrollo, de ternura, de no violencia que albergan las relaciones sociales.
[5] Aquí me remito a una persona que me ha enseñado sabiamente y con amor, la perfección de las dificultades para construir lo más pertinente, lo mejor dentro de lo que parece una dificultad, la innecesidad de eliminar lo imperfecto porque en medio de las dificultades se construyen los fines mas elevados.
[6] RESTREPO, Luís Carlos. El Derecho a la Ternura. Bogota. Arango Editores. 1995. Pág. 158, 159.

No hay comentarios.:

de viaje por las maravillas colombianas

de viaje por las maravillas colombianas
este atardecer en el cabo de la vela en la guajira colombiana (2006), fue una de las cosas mas maravillosas que he visto